Algunos están entusiasmados. Otros temen que la llamada cuarta revolución industrial ocasione un gran impacto negativo en la sociedad y en la economía. Sea como sea, está por llegar. ¿Estamos preparados?
La cuarta revolución industrial ya ha comenzado. Con ella viviremos una transformación radical de la forma en que trabajamos, vivimos y nos relacionamos. Aunque son mayoría quienes se muestran entusiasmados ante este proceso de cambio, algunos señalan los peligros que entraña sumergirse en la nueva revolución industrial sin medir sus riesgos.
La primera Revolución Industrial, iniciada a mediados del siglo XVIII, trajo consigo la mecanización del trabajo gracias a inventos como el motor a vapor. Hacia 1850, la llegada de la electricidad permitió la fabricación a gran escala. La tercera revolución industrial se vivió un siglo después, con la llegada de la electrónica y las TIC.
¿Qué nos depara la revolución 4.0? Ahora le toca el turno a los robots integrados en sistemas ciber-físicos, es decir, la automatización integral de los procesos de manufactura con independencia de la intervención humana.
Internet de la cosas (IoT), cloud computing, nanotecnología, neurotecnología, inteligencia artificial y biotecnología son los principales protagonistas del cambio. La confluencia de todos estos nuevos desarrollos hará posible que las máquinas tomen decisiones y cooperen entre ellas y con las personas.
La principal consecuencia es que el mundo tal y como lo conocemos cambiará radicalmente y a una velocidad nunca vista, algo que ya ha comenzado a ocurrir.
Pese a los muchos beneficios que puede aportar a la sociedad, como la mejora de la calidad de vida, lo cierto es que aún no se conoce bien el impacto que podrá tener en el mercado del empleo, las desigualdades en los ingresos, la seguridad geopolítica y la ética.
Las previsiones de los expertos apuntan a que la cuarta revolución podría hacer desaparecer cinco millones de puestos de trabajo en los 15 países más industrializados del mundo; empleos que serían sustituidos, a priori, por otros que aún no existen. Paradójicamente, son las economías emergentes las que mayor partido pueden obtener del cambio, siempre que estén preparadas para adaptarse e innovar.
A pesar de las muchas incertidumbres planteadas, tres de cada cuatro empresarios tienen expectativas positivas ante este nuevo reto. La mayoría opina que las innovaciones de los sistemas ciber-físicos serán beneficiosas para todos.
Apenas un 17% de los empresarios teme que la cuarta revolución industrial pueda tener un impacto negativo en los trabajadores. Las preocupaciones de los expertos menos optimistas apuntan a que la velocidad a la que se están produciendo los cambios puede tener efectos devastadores, ya que muchas empresas no tendrían tiempo para adaptarse.
Por otra parte, está la cuestión ética derivada de una nueva relación entre personas y robots. La transformación negativa de los valores, la desigualdad en los ingresos y la seguridad geopolítica son riesgos que no se pueden obviar.
Las nuevas tecnologías traerán consigo increíbles avances pero, como sociedad, nuestro deber es evitar cometer los mismos errores de las revoluciones industriales pasadas.