Estamos viviendo una crisis sanitaria que ha puesto en jaque nuestro sistema sanitario, y con un gran esfuerzo y sacrificio estamos superando esta pandemia. Sólo queda que aparezca la vacuna que erradique el virus o un tratamiento que nos permita luchar y superarlo, para que no sea el confinamiento la única medida de control.
Pero este virus no sólo ha afectado a la salud, sino que, en igual modo a la economía. Aquello que es bueno para vencer el virus, es malo para la economía. El confinamiento ha aniquilado el ya frágil tejido empresarial, y para protegernos muchas de las empresas se han visto obligadas a presentar un ERTE de fuerza mayor. Este procedimiento permite suspender los contratos de trabajo del personal, que pasa a una situación de desempleo cobrando la prestación, y exonerando a la empresa del pago de la seguridad social.
Los préstamos son ideales para la apertura de nuevos negocios, pero no para los existentes, que no absorben las perdidas, sólo las refinancian, y que en muchos casos es insuficiente al no superar el 25% de la cifra de facturación del ejercicio anterior.
Esta medida aunque es necesaria, será insuficiente en muchos casos, y es que cualquier negocio no puede permitirse el lujo de no facturar dos o tres meses, y en el caso del sector turístico puede llegar a más de seis meses, perdiendo completamente la campaña de verano. A esta medida se ha sumado la inyección de liquidez mediante préstamos a 5 años con carencia de 1 año, con la infantil ilusión que dentro de un año lo habremos olvidado todo y volveremos a la normalidad, pensando que será una crisis en V cuando es evidente que estamos en una crisis en U. Pero lo que no entiende el gobierno, es que las empresas y sus negocios son un organismo vivo, y necesita comer cada día. El alimento son los ingresos, y sin ellos la empresa muere de inanición. Dichos ingresos son los que generan los beneficios y permiten el retorno de la inversión. Los préstamos son ideales para la apertura de nuevos negocios, pero no para los existentes, que no absorben las perdidas, sólo las refinancian, y que en muchos casos es insuficiente al no superar el 25% de la cifra de facturación del ejercicio anterior.
Así que una vez el confinamiento se levante y la actividad se inicie, no esperemos un inicio de la normalidad económica, sino un control y limitación de aforo en muchos comercios y restaurantes, y hay que esperar como el resto del mundo va levantado las medidas impuestas. Todo esto sin olvidar que el hemisferio sur esta en pleno COVID, y aun le quedan varios meses para salir.
Por lo tanto, muchas empresas al volver a la «nueva normalidad» se encontrarán ante la difícil situación de tomar una decisión: seguir adelante y esperar que la situación se normalice, o presentar concurso de acreedores para salvar su responsabilidad como administrador, y poder iniciar en el futuro nuevos negocios.
Esperar sólo puede llevar aumentar las deudas y eliminar la barrera que le protege de imputar las deudas a su patrimonio personal. El ERTE no es más que el preámbulo del fin del negocio, y en el mejor de los casos la reducción de la plantilla y la estructura para adecuarla a la nueva actividad que nos encontraremos a la vuelta.